jueves, 16 de octubre de 2008

Mi grano en el culo







Efectivamente, tengo un grano en el culo y se llama "corasao". Para un tío como yo de tendencias racionales y con una educación basada en principios como el pragmatismo y el sentido común, lo de los sentimientos es como un hijo tonto. Además, vaya a ser que alguna vez los muy cabrones compartan algún planteamiento con la cabeza. No way!

La verdad es que ya empiezo a estar un poco hasta los cojones de la polarización existente entre estos dos "chavales" y es que, en mis "adentros", ambos tienen una personalidad muy acusada, de manera que los conflictos que a cada momento se producen entre ellos hacen de mí un tío de lo más dubitativo, incapaz de tomar hasta la decisión más estúpida: "¿la pizza, carbonara o barbacoa? Oh my god! qué hacer!"

Pero esto de no tomar decisiones tampoco es tan malo, la naturaleza es sabia y en su discurrir provee resultados aceptables, lo realmente malo es pensar una cosa y al minuto la contraria. Qué jaquecas! qué tensión! me gustaría asesinar a uno de estos dos cabrones para poder vivir con paz interior.

Como ya he comentado, reconozco que yo soy más de "Coco" que es mucho más práctico, lo de los sentimientos es como el hijo pródigo, no hace más que darle disgustos a uno. Caprichoso como nadie y, sin embargo, con que poquito nos gana y nos mete en su bolsillo. El más mínimo detalle hace que se nos caiga la baba y enseguida "perdemos el culo" por él. Pero la cosa no acaba aquí y es que el hijo pródigo tiene trastornos de personalidad presentándose a veces como "instinto". No hay nada peor en el mundo que hacerle caso al "guacho" cuando está en ese plan. El problema es que tiene un carisma que te envuelve y en la mayoría de los casos acabas llevando a cabo las acciones más absurdas por su maldita culpa.

En fin amada "gentuza", si los sentimientos tuvieran cuerpo los mandaría a tomar por culo porque son una fuente inagotable de cefaleas, gonorreas y migrañas. La otra opción: ser rematadamente gilipollas. En este caso no se comería uno la cabeza por las desastrosas consecuencias de los actos que sus "hijos tontos" le hacen cometer. Desafortunadamente también me quede a las puertas de alcanzar ese estado.

Razón y corazón, enemigos irreconciliables. No hay peor mezcla posible que juntar estos dos caracteres.

Moraleja: Me cago en la evolución y en toda su estirpe.

3 comentarios:

Ana dijo...

Pues se pueden reconciliar (al menos durante la mayor parte del día)

Intenta no pensar que lo que te dice esa parte emocional no tiene importancia. La tiene, y mucha. Aprende a escucharte.

Besitos.

Juanlu dijo...

Uffff!! en mi caso son como Tom y Jerry, como el Coyote y el Correcaminos

Ana dijo...

Te entiendo :-) (en mi caso eran más bien como Rasca y Pica)